Experta revela las “trancas” sexuales más comunes en las mujeres y enseña cómo derribarlas

por Amo Ser Mujer

Históricamente, uno de los principales tabúes en nuestra sociedad ha sido el sexo, catalogado por muchos como un tema vulgar y complejo de abordar. En el caso de las mujeres, las limitaciones sociales en este ámbito han sido aún mayores, provocando que muchas veces sean ellas mismas quienes se autocensuren y limiten su propio deseo.


“En mi experiencia asesorando mujeres, he notado que recurrentemente manifestamos el miedo a ser juzgadas por sentir que somos demasiado open mind o liberales. Pese a los avances en materia de igualdad de género, muchas de nosotras no sabemos bien cómo derribar los estigmas o etiquetas que nos han puesto, ni tampoco sabemos cómo descubrir nuestro cuerpo, necesidades y fantasías sin sentirnos culpables”, comenta Paula González Collado, experta en sexualidad tántrica.



En esa línea, y a pocos meses de estrenar su curso “Despertar sexual para las mujeres”, la especialista destraba las “trancas” sexuales más comunes entre las chilenas y que les impiden vivir una sana sexualidad:

1.- Estereotipos físicos de belleza: Muchas mujeres se sienten inseguras con su propio cuerpo, debido a que la publicidad y redes sociales imponen estereotipos de belleza inalcanzables, retocados y ficticios. Constantemente nos vemos bombardeadas de mensajes que centran todo nuestro valor en la apariencia – muchas veces irreal – y que nos hacen sentir insuficientes. Esta crítica interna les impide disfrutar al 100% de la sexualidad porque sienten una evaluación permanente y porque en su desnudez no se ve como la última modelo de Instagram.

2.- “Si no eres delgada, no te ves bien”: Uno de los mitos que persiste en nuestra sociedad, es que la única forma de que una mujer se vea linda, es si no tiene kilos de más. La cultura de la dieta ha hecho millones de dólares alimentando esta inseguridad en nosotras, negando una de las verdades más básicas y evidentes: Si tienes un cuerpo, éste inexorablemente va a cambiar en las distintas etapas de tu vida, y no hay nada que puedas hacer al respecto. Por eso, en esta sociedad, para la mujer es un acto  hermoso, necesario y revolucionario el hecho de amarse, quererse y adorar su cuerpo tal como es.  

3.- Miedo a explorar sus fantasías. Este puede ser uno de los temores más desafiantes, porque tiene que ver con abandonar la imagen que han construido de sí mismas, acorde a los cánones judeocristianos y patriarcales. La mayoría de las personas tiene fantasías sexuales, y el llamado es a que las mujeres no sientan culpa por ello. El desarrollo de una vida sexual sana, tiene mucho que ver con aventurarse a conocer una parte de ellas que por años se ha intentado suprimir; se trata de superar el miedo a sentir y sentirnos vivas.

4.- El riesgo de ser percibidas como “mujer fácil”: La tradición judeocristiana, en su historia sobre el Jardín del Edén, instauró el valor femenino a través de las imágenes de Eva y la Virgen con conceptos como la sumisión y del amor incondicional, donde el deseo y fuerza individual no están presentes. Esto ha hecho que muchas dejemos “fuera de la ecuación” una parte integral de lo verdaderamente femenino, que es la mujer salvaje y libre. Lo que la mayoría de las mujeres no sabe, es que la primera mujer es Lilith y no Eva. Lilith es profundamente sexual, independiente, y empoderada. Las mujeres no deben estancarse en ninguna de ellas, ya que lo femenino se sustenta en ambas energías.

5.- El temer/querer encajar con el retrato de la mujer en la industria porno: La expresión sexual de la estrella porno es profundamente masculina, y tiene que ver con una meta, no con una experiencia. Es sólo un show, una actuación. Las mujeres deben ser capaces de entender que esta imagen dista mucho de la realidad, ya que en estas performances el hombre no está ni siquiera muy presente. Por otro lado, la estrella porno no está conectada con el cuerpo ni con la sensación; está conectada con el “cómo se ve”, no con el “cómo se siente”. El llamado es a que la mujer se conecte con su cuerpo y que sea el placer el que la guíe, donde el erotismo tiene que mostrar el camino, no una imagen, ni una forma.

6. Incongruencia en el deseo de ellas mismas y el de su pareja. Al contrario de la mujer, al hombre se le permite la sexualidad y el deseo. A nosotras no se nos enseña sobre exploración o nuestro órgano sexual, que de hecho no está expuesto y a veces hasta lo desconocemos, y por ende, no sabemos el alcance de su poder de estimulación. El hecho de no conocer el potencial orgásmico de nuestro cuerpo, nos desconecta del deseo. De hecho, si no sabes lo que te gusta y lo que te da placer, tampoco puedes vivir una sexualidad en plenitud con tu pareja. 

7. Culpabilidad y vergüenza: Los juicios y la culpa instaurada por el catolicismo, provocan que muchas veces la exploración en la mujer se vea muy retardada, o bien sea casi inexistente.  Los sistemas de poder, por lo general, buscan someter y controlar, con el fin de negar la parte natural y salvaje del ser humano. En otras palabras, se pretende demonizar el cuerpo y su potencial erótico, despertando dudas sobre la validez del deseo. Las sociedades previas al patriarcado tenían una relación mucho más fluida, libre y natural con su sexualidad, lo cual tiene mucha lógica, porque el cuerpo siente y está hecho para conectar con la experiencia del placer. Negar eso, es lo realmente pecaminoso.

8. El paso del tiempo y la edad: Si bien es una realidad que la disminución de las hormonas a medida que envejecemos puede generar una disminución de la líbido, es un mito que las personas dejan de ser sexuales. No hay nada que impida tener una vida sexual en la adultez, ya que es un momento de encuentro, un lugar de juego, de risa, de experimentación y de desnudez, mental y espiritual, y mientras más envejecemos, más posibilidades tenemos de experimentar una sexualidad honesta, libre y sin culpa, donde lo que se prioriza es justamente la experiencia y no el orgasmo. Las prácticas tántricas retrasan el orgasmo, porque esa no es la meta, y logran generar en la mujer una energía orgásmica constante.

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